Los sonidos nos afectan más de lo que creemos

Somos seres sensoriales y todos los estímulos nos llegan a través de los sentidos. Si bien ante un sabor desagradable reaccionamos al instante, o a algo que nos afecta visualmente como los colores chillones o la luz solar, o incluso a un tacto u olor que nos provoque repulsión, no siempre es así con los sonidos, a los que muchas veces los atribuimos simplemente a los “gustos” musicales o por ciertos ritmos y sonidos.
Pero los ruidos afectan tus oídos mucho más de lo que crees. Cuando vives en un pueblo pequeño, en el campo o en una aldea y de repente vas a la ciudad notas junto al ritmo frenético la cantidad de ruidos, así como el volumen y la intensidad.
Estos pueden afectar mucho al sistema nervioso y al estado de ánimo, como también sucede con las personas de ciudad que se escapan unos días (o unas semanas) a un sitio sin carreteras ni fábricas cercanas, en los que solo se escuchan los árboles, los pájaros y de vez en cuando alguna máquina pequeña.
Además de afectar al estado de ánimo, de alterar la tranquilidad o de perturbar el sueño, hay sonidos que no son los de los coches ni los de la música fuerte del vecino que pueden afectar seriamente los oídos.
Qué ruidos dañan los oídos
Por lo general, los ruidos que nos pueden dañar seriamente los oídos son aquellos que superan los 85 decibelios, mientras que los que se encuentran por debajo de 70 se consideran seguros.
No sólo la intensidad del ruido, sino también su prolongación en el tiempo, acaban dañando el órgano de la audición, y en algunos casos de manera crónica e irreversible.
Ejemplos de ruidos de molestos a potencialmente dañinos
Para que veamos unos ejemplos de cuáles son los ruidos o sonidos fuertes que pueden dañar los oídos, hay que hacer una diferencia entre los que pueden ser molestos y los que pueden ser peligrosos.
Por ejemplo una aspiradora funcionando, en un sitio cerrado, puede generar un sonido extremadamente molesta. Por lo general es un sonido que se acerca a los 65 decibelios, pero en ocasiones puede llegar a los 90. Una carretera de ciudad o una avenida muy transitada puede rondar los 75 decibelios, mientras que una lavadora de ropa, por su parte, se considera silenciosa cuando el ruido de centrifugado no supera los 50 decibelios, y por lo general rondan entre los 45 y 75, dependiendo de la calidad de las mismas y el precio. Una conversación 60 y unas pisadas 10 o 20 decibelios dependiendo del calzado y la velocidad de la caminata.
Ahora bien, muchos de estos sonidos, potencialmente molestos, como el centrifugado de la lavadora o la aspiradora, a menos que trabajemos en una lavandería o limpiando, no suponen un problema grande porque es poco rato el que estamos expuestos a ellos.
Los sonidos que representan un serio problema, sobre todo para los trabajadores que están expuestos continuamente a ellos, son los de los conciertos de rock u otras músicas intensas, cuyo espectro puede rondar los 120 decibelios, o los sonidos de los trabajos como los de obras, cuyo sonido más ruidoso es el martillo electrónico que ronda los 130 decibelios. Los señaleros de los aeropuertos, se exponen a los 150 decibelios del ruido del despegue del avión, y los fuegos artificiales son un caso extremo, que puede llegar a los 160 decibelios.
Cómo cuidar los oídos
En el caso de las personas que trabajan de manera continuada ante esta exposición de los sonidos como los del despegue del avión, la explosión de los fuegos artificiales, el martilleo mecánico del suelo o los conciertos, pueden sufrir daños severos si no cuentan con las medidas de seguridad principales, como los tapones y los cascos de sonido.
En el caso de que no seamos trabajadores expuestos al ruido, también deberíamos cuidar los oídos expuestos a los móviles y a la música alta. Una manera de cuidarse los oídos es evitar o minimizar el uso de audífonos. En su defecto, si los utilizamos para escuchar música existe la llamada regla de los 60: nunca sobrepasar los 60 decibelios y tampoco los 60 minutos prolongados con los cascos puestos.